Cartes al amanecer: un paseo por su casco antiguo

Despertar con calma entre historia, piedra y café recién hecho

La noche anterior la pasamos en la zona para campers, a solo unos minutos del casco antiguo de Cartes. Dormimos tranquilos, con el murmullo del río Besaya como nana y el fresco del norte colándose por las ventanas. Amanecimos con ganas de descubrir ese pequeño tesoro que tantas veces habíamos oído nombrar.

Tras un café rápido, echamos a andar hacia el centro histórico. Enseguida se siente ese aire de pueblo cuidado y con alma, donde cada piedra parece tener siglos de historia y cada fachada luce orgullosa su pasado.

Entrar en el casco antiguo es como cruzar una puerta del tiempo. Las calles empedradas y estrechas, las casas con balcones de madera colgando de flores, los arcos que conectan una calle con otra… todo parece diseñado para que camines despacio, sin prisa, saboreando cada detalle. Cartes te invita a bajar el ritmo, a mirar, oler y escuchar.

Nos detuvimos frente a antiguos palacetes de piedra, algunos con su escudo familiar tallado en la entrada. Una vecina nos saludó y, con ese acento tan entrañable, nos contó cómo se celebra allí cada fiesta tradicional, con música y sidra que no se acaban nunca. Esa es la magia de los pueblos asturianos: su gente te hace sentir parte del lugar en apenas unos minutos.

Más adelante, una placita nos regaló la estampa perfecta: bancos de hierro, flores de colores, una fuente y, al fondo, el puente de piedra que cruza el Besaya. Nos sentamos un rato, solo a escuchar el agua correr. En Cartes incluso el silencio tiene encanto.

De regreso a la camper, el sol asomaba tímido entre las nubes. Sabíamos que nos íbamos con más de lo que habíamos venido: la sensación de haber descubierto un rincón auténtico, sencillo y lleno de vida. Cartes no busca impresionar, simplemente te gana con su verdad y su belleza tranquila.